29.4.04

Jonathan Swift (1667-1745) escribió lo siguiente en su obra "Los viajes de Gulliver"; como podréis comprobar no hemos avanzado apenas en estos más de 250 años. Si cambiáis la palabra soberano por Presidente y alguna cosa más os sorprenderéis de las similitudes. Mucho mejor que Nostradamus. Disfrutad el texto y os recomiendo el libro, es una crítica fantástica y las anotaciones de la traducción de Pollux Hernúñez en la edición de Anaya -colección El País aventuras- son geniales.

“…Me preguntó cuáles eran las causas o motivos que solían llevar a un país a entrar en guerra con otro. Respondí que eran innumerables, pero que mencionaría sólo unos cuantos de los principales. Unas veces la ambición de los soberanos, que nunca creen tener tierra o gente suficiente que gobernar; otras, la corrupción de los ministros, que meten a su señor en una guerra para ahogar o disimular los gritos de los súbditos contra su perniciosa administración. La diferencia de pareceres ha costado muchos millones de vidas; por ejemplo, que si la carne es pan o el pan carne, que si el zumo de una cierta baya es sangre o vino, que si silbar es un vicio o una virtud, que si es mejor besar un madero o arrojarlo al fuego, que si el mejor color para una túnica es negro o blanco, o rojo o gris, y si debiera ser largo o corto, estrecho o ancho, sucio o limpio, y muchas cosas más. Y no hay guerra tan feroz y sangrienta ni de tan larga duración como aquellas que causa la diferencia de pareceres, especialmente si se trata de cosas insignificantes.

Algunas veces la disputa entre dos soberanos es para dirimir quién de ellos desposeerá a un tercero de sus dominios, a los cuales ninguno de ellos puede invocar derecho alguno. Otras veces un soberano se pelea con otro por temor de que el otro se pelee con él. Unas veces se va a la guerra porque el enemigo es demasiado fuerte y otras porque es demasiado débil. A veces nuestros vecinos quieren las cosas que nosotros tenemos, o tienen las cosas que nosotros queremos, así que luchamos hasta que se llevan lo nuestro o nos dan lo suyo. Una causa muy justificable de guerra es invadir un país después de qué el hambre ha consumido a la población o la peste la ha devastado, o las facciones internas han sembrado en ella la discordia. Está justificado iniciar una guerra contra nuestro aliado más cercano cuando una de sus ciudades está situada en lugar conveniente para nosotros, o hay una comarca o territorio que podría redondear y consolidar nuestros dominios. Si un soberano envía tropas a una nación cuya población es pobre e ignorante, puede lícitamente dar muerte a la mitad de ellos y esclavizar al resto con el fin de civilizarlos y redimirlos de su bárbaro estilo de vida. Es muy digno de un rey, muy honorable y muy frecuente que cuando un soberano solicita la ayuda de otro para que lo proteja de una invasión, el auxiliador, tras expulsar al invasor, se apodere él mismo del territorio y mate, encarcele o destierre al soberano que fue a socorrer. Las alianzas de sangre o casamiento son causa suficiente para la guerra entre soberanos y, cuanto más cercano el parentesco, mayor es su disposición para la pelea. Las naciones pobres pasan hambre, las ricas son orgullosas, y el orgullo y el hambre siempre se llevarán mal. Por estas razones el oficio de soldado se tiene por el más honrado de todos, pues un soldado es un hombre alquilado para matar a sangre fría a tantos dé su especie, que nunca le han hecho mal, como le sea posible…”